jueves, 24 de julio de 2014

El extraño caso de: "La mujer Maniqui"



El extraño caso de la Mujer Maniquí

Ha sido desde siempre que en toda cultura y sociedad existen las llamadas “leyendas urbanas”, estas son llamadas así debido a que se basan en historias, que supuestamente habrían ocurrido y las cuales muchas veces, por el narrador, son dadas como verdaderas y ocurren en una ciudad real, lo cual permite darte la sensación de que esta alguna vez ocurrió, sin embargo uno nunca puede descartar que dicho relato sea ficción o realidad, y tal es el caso que veremos a continuación, el cual ocurrió en junio de 1972, en el cual, repentinamente una mujer apareció en el hospital Cedro Senai en nada más que un vestido blanco cubierto de sangre y no es que esto fuera algo de otro mundo en un hospital, puesto que el equipo médico de cualquier hospital siempre está preparado para recibir cualquier tipo de accidente, tragedia o enfermedad y mas por la gente que a menudo tiene accidentes cerca y viene al hospital más cercano para la asistencia médica, sin embargo había una cosa diferente en dicha mujer, y es que, al imaginarnos lo crudo y fuerte de las sensaciones que causo aquella mujer, nos daríamos cuenta a simple vista que aquello que apareció en un vestido blanco era algo que no se había visto hasta ese día. La escena fue la siguiente, imagínate a una mujer de blanco, llena de sangre, que causó a la gente el deseo de vomitar y escapar inmediatamente de aquella institución con una sensación de terror. Ella no era exactamente un humano. Era algo parecido a un maniquí, pero tenía la destreza y la fluidez de un ser humano normal. Su cara, era tan impecable como los maniquíes, sin cejas ni maquillaje. Al igual que su impoluto rostro, ¿raro verdad?.

A partir de este momento ella fue tomada a un espacio de hospital y limpiada antes de ser preparada para la sedación como se tenía acostumbrado. Se mostraba completamente tranquila, inexpresiva e inmóvil. Los doctores habían pensado que mejor mantenerla en el hospital  hasta que las autoridades pudieran llegar, para poder averiguar quién era, y ella no protestó. Durante ese tiempo, los doctores y enfermeros fueron incapaces de conseguir cualquier clase de respuesta de ella y la mayor parte de empleados se sintieron demasiado incómodos para mirar directamente ella por más que unos segundos, y es que ella provocaba una sensación de petrificación, tanto que podías sentir hasta el frio de la habitación. Todo hasta el momento se encontraba en perfecto orden, pero al pasar del tiempo, cuando  el personal intentó darle el calmante, ella se defendió con una fuerza extrema descomunal. Su fuerza era impresionante, tanto así que dos miembros de personal  tuvieron que dominarla con su cuerpo, y prácticamente se echaron encima de la cama para sostenerla, y la expresión de aquella mujer estaba en blanco. Ella giró sus ojos impasibles hacia el doctor e hizo algo insólito. Ella simplemente rió. En cuanto lo hizo la enfermera gritaba y quedando en shock se desmayo, ya que en la boca de la mujer, había algo impresionante, no eran dientes humanos, solo unos puntos largos y agudos. Uno podía pensar que era demasiado el tiempo que la mujer tenía los dientes así que al incrustárselos en sus labios no sentía ningún dolor, el doctor la miró fijamente durante un momento antes de soltar sus últimas palabras  “¿Qué diablos es usted? ” Ella se libero de los doctores que aun la sostenían espantados, todavía sonriendo. Había una pausa larga, los de seguridad habían sido alertados y fueron allí. Como ella los oyó, se lanzó adelante, hundiendo sus dientes en el cuello del Doctor, arrancando su yugular y dejándole caerse al piso, muriéndose… sobre el piso, él se ahogó sobre su propia sangre. Ella se levantó, su mirada era peligrosa como la vida descolorida de sus ojos. Ella se inclinó más cerca y susurró en el oído del Doctor muerto: “Yo…Soy. Dios.” Los ojos de los demás doctores llenos de miedo la miraron… ella muy calmada comenzó a alejarse del lugar pasando y saludando a los agentes de la seguridad que se encontraban inmóviles. Esto nos hace pensar que cada vez que alguien mira sus dientes, se convierte en su bocadillo. La enfermera que sobrevivió el incidente aquel día la llamó “el Inexpresivo o la inexpresiva” y desde ese día nunca más se supo de ella.

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